Fondos federales promueven nuevas investigaciones sobre la fiebre del valle Por Tracy Wood

The Center for Health Journalism Collaborative

Durante siete años, el Dr. George Thompson de la Universidad de California (UC) Davis, recolectó muestras de ADN de pacientes para investigar la fiebre del valle.

Buscó obtener fondos del Instituto Nacional de la Salud (NIH, por sus siglas en inglés) ―el patrocinador más grande de las principales investigaciones en biomedicina en Estados Unidos― pero no pudo obtener los recursos que le permitieran seguir adelante con el tema de indagación de su estudio: ¿Los genes protegen a algunas personas contra las enfermedades después de inhalar el hongo que provoca la fiebre del valle?

Sin embargo, las cosas han cambiado radicalmente. Este organismo federal, que durante mucho tiempo ignoró la enfermedad que afecta principalmente a las personas en Arizona y California, ahora brinda apoyo decisivo a varios estudios que pueden llegar a arrojar nuevos conocimientos y perspectivas sobre la fiebre del valle. La investigación inicial cumple con las promesas hechas por el NIH tras una serie de investigaciones sobre la fiebre del valle de un año de duración que llevó a cabo The Center for Health Journalism Collaborative y un importante simposio organizado por el NIH y el Centro para el Control y la Prevención de las Enfermedades de EE. UU. (CDC, por sus siglas en inglés) que tuvo lugar en Bakersfield.  

“Nos encontramos en la antesala de lograr cosas muy interesantes”, afirmó el Dr. Steven M. Holland, director del Departamento de Investigación Interna del NIH en el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas.

Se inicia el estudio genético

 

El hongo coccidioides forma parte de la misma familia de plantas que los mohos y hongos. Sus esporas son tan pequeñas que solo pueden verse con un microscopio. El hongo se encuentra en el suelo, pero durante las tormentas de polvo, las obras de construcción y otros eventos que remueven la tierra y producen polvo, las esporas se desplazan el aire y penetran en los pulmones de los seres humanos y de los animales. La mayoría de las personas se vuelven inmunes a la enfermedad, pero en los casos que no se logra dicha inmunidad, el impacto de esta enfermedad puede ser devastador e incluso letal.

Entender por qué algunas personas son más susceptibles que otra continúa siendo un misterio. En parte, esto se debe a que es una enfermedad difícil de estudiar. El mismo hongo que provoca la enfermedad plantea un riesgo importante para los propios investigadores, los que deben usar mascarillas de seguridad especiales y otras herramientas para protegerse y evitar inhalar las esporas.

“Esta enfermedad nos ha planteado dificultades”, señala el Dr. Dennis Dixon, jefe del Departamento de Bacteriología y Micología del NIH. “Es difícil para los pacientes, para los médicos y para los investigadores”.

También ha resultado difícil obtener fondos para poder estudiar esta enfermedad. Thompson, profesor adjunto de medicina clínica en UC Davis, obtuvo muestras de ADN de 650 pacientes voluntarios durante siete años, sin contar con ningún subsidio que le permitiera realizar los análisis de laboratorio necesarios para entender las muestras. Todo lo que tenía era la esperanza de poder usar el ADN en algún momento en el futuro.

Los pacientes “sentían mucho entusiasmo de que alguien estuviera trabajando en esto”, señaló Thompson. “Ha sido una verdadera obra de amor”.

Durante años, los científicos se han preguntado por qué la gran mayoría de las personas que inhala las esporas del hongo coccidioides nunca manifiestan señales de la enfermedad. Mientras que otros, manifiestan síntomas semejantes a la gripe o a la neumonía, pero se recuperan sin daños mayores. Sin embargo, también existen personas que desarrollan enfermedades graves e incluso pierden la vida.

Los investigadores creen que la mayoría de las personas pueden tener una composición genética que ofrece protección automática contra la coccidioidomicosis. Thompson señaló que su primer intento para lograr financiación del NIH a fin de comprobar su teoría no tuvo éxito, aunque continuó manteniendo un intercambio de ideas con el organismo.

En 2012, The Center for Health Journalism Collaborative, un consorcio de noticias guiado por USC Annenberg Center for Health Journalism, comenzó a llevar a cabo una serie investigadora durante un año sobre la fiebre del valle.

Los informes elaborados en colaboración –compuesto por más de 50 artículos– documentaron la necesidad de contar con más investigación, tratamiento, educación del médico y del consumidor e inversión para reducir el devastador saldo que provoca esta enfermedad.

Tras la serie, el representante Kevin McCarthy (republicano de Bakersfield) congregó a los directores del NIH y del CDC en Bakersfield a visitar Bakersfield en septiembre de 2013 para llevar a cabo la reunión científica y pública de más alto perfil que se organizara sobre esta enfermedad a la fecha. En ese momento, McCarthy era líder republicano en la Cámara de Representantes y en la actualidad se desempeña como líder de la mayoría de la Cámara de Representantes.

“Todos reconocemos que se necesita hacer más”, afirmó el Dr. Francis Collins, director del NIH a la audiencia en Bakersfield en 2013. “Hay demasiadas incógnitas”.

En 2014, el NIH aceptó incorporar las muestras de ADN de Thompson al proyecto de estudios genéticos ya existente que llevaba a cabo The Broad Institute en Cambridge, Massachussetts. Thompson espera obtener los primeros resultados del estudio el año próximo.

The Broad Institute, una iniciativa compartida entre el Massachusetts Institute of Technology y la Universidad de Harvard, ha estado estudiando los genes durante más de una década, buscando maneras de mejorar el tratamiento de las enfermedades. Los investigadores de Broad Institute analizarán 150 pacientes que hayan padecido casos graves de fiebre del valle y compararán su ADN con el de los pacientes que fueron infectados con la enfermedad, pero no tuvieron complicaciones graves. Los investigadores analizarán la “diferencia genética entre aquellos que tuvieron buenos resultados y los que no”, señaló Thompson.

El NIH también juega un papel clave en otro estudio que analiza la susceptibilidad genética. Dicho estudio se lleva a cabo en colaboración con el Centro de Excelencia sobre Fiebre del Valle de la Universidad de Arizona en Tucson.

El director del centro, el Dr. John Galgiani, se ha dedicado a investigar esta enfermedad durante más de tres décadas. Galgiani tuvo un paciente adolescente que padeció dos enfermedades que pusieron en riesgo su vida. Primero tuvo tuberculosis y después de recuperarse, sufrió un caso grave de fiebre del valle que se trasladó a los huesos.

Galgiani envió al joven al centro del NIH en Bethesda, Maryland, donde trabaja Holland. El adolescente se sometió a análisis de ADN y el resultado fue sorprendente, señala Holland. El equipo determinó que la tuberculosis y la coccidioidomicosis eran controladas por el mismo gen. Las pruebas subsiguientes identificaron, según Holland, otros genes que también están implicados en las infecciones. 

Analizar en profundidad los genes que predisponen a las personas a sufrir reacciones graves a la fiebre del valle puede hacer una gran diferencia en relación con la prevención. Aquellos que saben que son vulnerables a la infección podrían asegurarse de evitar los espacios al aire libre durante las tormentas de polvo y los trabajos asociados con la construcción donde se remueve la tierra.

¿El tratamiento temprano hace una diferencia?

En el mismo simposio en que Collins prometió dedicar mayor atención a la fiebre del valle, también anunció planes para implementar un ensayo clínico con el objetivo de encontrar mejores maneras de tratar la enfermedad.

“Llevará cierto tiempo concebir este ensayo, planificarlo e instrumentarlo, pero quiero asegurarles a todos ustedes de esta zona de California que obtener respuestas en este tema es algo que tomamos con seriedad, aunque vivamos tiempos presupuestarios difíciles”, señaló Collins.

Dos años más tarde, en junio 2015, el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas del NIH dio un paso adelante y destinó 5 millones de dólares para el ensayo clínico al Instituto de Vacunas Humanas de la Universidad de Duke en Durham, Carolina del Norte.

En la actualidad, se está llevando a cabo el ensayo clínico. Más de mil pacientes están siendo reclutados en California y Arizona para determinar si el tratamiento temprano con el fármaco antimicótico fluconazol podría evitar que el hongo coccidioides provocara enfermedades graves y detener la propagación de la enfermedad a los huesos, los órganos y el cerebro. Al presente, muchos pacientes no reciben el diagnóstico correcto durante semanas, mientras que los médicos los tratan por síntomas de gripe o neumonía. Una vez que se diagnostica la fiebre del valle, el fluconazol es el principal fármaco empleado por los médicos para controlar la enfermedad, aunque con frecuencia su indicación es tardía.

Dependiendo de los avances que se logren, los investigadores podrían recibir otros 4 millones de dólares. Duke está trabajando con los médicos de Kern Medical en Bakersfield, la Universidad de Arizona en Tucson y Banner Health en Tucson.

Se reclutarán pacientes en zonas con alta concentración de casos de fiebre del valle, incluidas Bakersfield y la región del Antelope Valley del Condado Los Ángeles en California y las regiones de Phoenix y Tucson de Arizona. La mitad de los pacientes recibirán fluconazol y la otra mitad un placebo.

El Dr. Royce Johnson, experto en enfermedades infecciosas de Kern Medical ha tratado y estudiado casos de fiebre del valle durante más de 40 años. Espera que el estudio de la Universidad de Duke mejore los tratamientos y aumente la conciencia del público y de la comunidad médica sobre esta enfermedad.

“Ha resultado imposible captar el interés del sector privado para realizar cualquier tipo de estudio sobre la coccidioidomicosis”, afirma Johnson. “Los fármacos que usamos están aprobados para emplearse en otras situaciones, pero los usamos para tratar esta enfermedad”.

Esto se debe a que, hasta ahora, es todo lo que tenemos, señala Johnson.